Reconocemos la dignidad y centralidad del ser humano. La persona es un fin en sí mismo, no puede ser utilizada como un medio o un instrumento, ni debe ser reducida a un simple objeto de uso o consumo.
Sostenemos que el Estado debe ser garante de los derechos humanos que se fundan en el reconocimiento de la dignidad de toda persona. El sistema democrático no debe jamás abandonar a los más débiles y desprotegidos de la sociedad.
Defendemos la vida humana desde su inicio en la fecundación y hasta la muerte natural. La vida humana tiene un valor en sí misma, en cualquier etapa y circunstancia.
Centralidad de la familia
Sabemos que la familia como núcleo de la sociedad, se funda en la unión complementaria entre el hombre y la mujer. La unión familiar debe ser un espacio de protección y desarrollo de todos sus miembros, especialmente de las niñas y los niños.
Concebimos a los padres de familia como los primeros responsables de la educación de los hijos. Es derecho y deber de los padres decidir la educación de sus hijos conforme a sus valores, tanto en el ámbito privado, como público.
Afirmamos que el Estado debe reconocer la importancia social, política y económica de la institución familiar y por ello debe promover políticas públicas con perspectiva de familia.
Libertad de conciencia y religión
Defendemos la libertad de conciencia y la libertad religiosa de cualquier persona para profesar y expresar públicamente sus convicciones personales y vivir de acuerdo a ellas.
Estamos convencidos que el derecho a la objeción de conciencia es un medio clave por el cual la persona puede hacer efectivo el derecho a la libertad religiosa y vivir de acuerdo a sus valores más profundos.
Participación ciudadana, transparencia y bien común
Sostenemos el principio de participación ciudadana, como un valor propio de la sociedad democrática que hace posible el diálogo, la cooperación, la transparencia y la rendición de cuentas.
Asumimos la política como una tarea de auténtico servicio para el bien de las personas y el desarrollo de las comunidades.
Servicio público coherente y humilde
Consideramos que la autoridad debe ser ejercida con un profundo sentido de servicio. Quienes buscan ejercer un cargo público deben asumir una conducta ética, coherente y humilde, tanto en su vida pública como privada.
Sentido de urgencia y visión de futuro
Somos conscientes que los problemas de nuestros semejantes deben atenderse con sentido de urgencia. La dolorosa situación en la que viven millones de personas es un llamado a lograr acuerdos y a actuar con eficacia política.
La ética nos exige ejercer responsablemente la actividad política pensando siempre en las graves consecuencias de nuestros actos y en el futuro de las siguientes generaciones.